Volver al pueblo donde veraneaste, para mi, se parece a una de esas ferias decadentes con tren de la bruja incluido (en nuestra memoria esta muy bien, pero si lo vuelves a ver da mucha pena) Los mismos bares, algunos reformados, edificios en todos lados, y bosques de batalla destruidos.
Al mismo tiempo hace mucha gracia, porque te reencuentras y rememoras, y eso siempre es bonito. De lejos todo parece mejor.
Pero lo realmente bonito llega cuando te encuentras con un amigo, que hace tiempo que no ves y la excusa del pueblo sirve para veros. Y sientes que el tiempo no pasa y se puede volver a sentir el calor del sol en las tardes de verano. Entonces, el pueblo donde veraneaste se vuelve a convertir en un lugar familiar, donde sólo cabe la diversión y el descanso.
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